Para iluminar hay que arder busca reflexionar sobre la danza y desde la danza. Preguntándose específicamente sobre sí misma, pero cruzando este auto cuestionamiento con la necesidad de abrirlo a quienes no pertenezcan a su ámbito específico. Danzar como una plataforma posible para la reflexión activa, para mover verdades y generar nuevas combinaciones, dar lugar al absurdo, al humor, al despliegue físico y a la delicadeza del gesto. Esta obra acerca elementos distantes, lejanos y ajenos entre sí. Los hace coexistir y de su contacto suceden paisajes diversos, oníricos y abstractos. ¿Qué podría ser común a todas y todos en el acto de danzar? Bailamos con placer.
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